viernes, 6 de febrero de 2015

Hasta que el Facebook nos separe

Hace más o menos 5 años llegó a mi vida un nuevo amigo que me dejó atónita con su carisma. Podría describirlo en principio como enigmático, creativo, ingenioso, moderno, original y muy bien informado. De naturaleza seductora e indescriptible encanto, este sujeto de cuya existencia pocos desean privarse, brinda un infalible sentido de pertenencia y hace pensar que aquellos que lo han rechazado u omitido son sencillamente, unos inadaptados sociales. 
Hoy confieso que, tras un lustro entero de conocerlo y convivir con él cada vez más, he comenzado a sentir incomodidad con su creciente y  abrumadora presencia. Recuerdo que antes me daba el lujo de echarlo de menos y era entonces cuando lo buscaba para sentirme bien, dos o tres veces por semana, no más. Hoy resulta que es parte de mi vida diaria y que hasta sabe más de mis amigos que yo misma, pues con menos años de conocerlos, está enterado de sus vidas en todo momento y hasta ha sido testigo de los eventos más especiales que inclusive yo me he perdido. Creo que estoy un poco celosa y hasta molesta: hoy es el que protagoniza las reuniones, el que va en el auto, el que me ha quitado un par de libros por acaparar mi atención. Si quiero ir a cenar sola con mis amigas, el intruso está ahí, siempre: las aborda y acapara en  sus teléfonos celulares, se entromete en nuestras conversaciones, roba citas o adagios y hasta frases originales, dejando atrás aquel buen tiempo de “lo que pasa en las Vegas, se queda en las Vegas”… eso no existe más y me abate. Le agradezco su oportuna participación, pero creo que es tiempo de volver a poner límites. Lo quiero cerca de mí, pero no EN mí. Elijo regresarlo al orden de las prioridades que antes tenía y nunca anteponerlo por sobre los que quiero. Él es un medio, no un fin y quiero que así permanezca: que me acerque con los que tengo lejos pero nunca que me aleje de los que tengo cerca. Quiero volver a contar mis tontos chistes de la única forma en que sé hacerlo: actuándolos y no compartiéndolos con él para que se encargue de transmitirlos fríamente y después de juzgar si LIKE o no. Él no sabe de emociones.

No es culpa suya el ser tan atractivo y útil, tan eficaz y vanguardista. Yo no le juzgo, es más, le aplaudo por revolucionar al mundo y congregar, por decirlo así, a 700 millones de personas; es sólo que prefiero regresar a los días en que lo consideraba sólo un recurso de acercamiento y no el rector de mi vida y de mi ánimo. Inclusive lo requiero ahora, para ampliar la difusión de mi mensaje, pero consciente de los límites, ya que no quiero que llegue el día en que tú - mi ser querido - y yo, continuemos nuestra gran relación, caminando juntos en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad… hasta que el FACEBOOK nos separe.

Mone
Nov, 2012


No hay comentarios:

Publicar un comentario