viernes, 6 de febrero de 2015

¿Comparado con quién?

En nuestra vida cotidiana y como una acción automática, todos tendemos a comparar. Hacemos uso de dicha herramienta, mayormente para explicar o hacer más entendible algo, cualquier cosa. Cuando se nos dificulta convencer a los demás sobre ciertas teorías o cuando nuestro interlocutor se muestra escéptico ante nuestra tesis, aunque ésta sea comprobable, recurrimos a este mecanismo - la comparación, el símil – para auxiliar lo que con tanto detalle explicamos. Resulta entonces completamente válido el acudir a este recurso dialéctico… pero tengamos cuidado y mesura con él, ya que si lo utilizamos de forma constante en nuestro diario andar por la vida, podemos fácilmente caer en una profunda y constante desdicha, una insatisfacción asfixiante y quizá hasta en una frustración que conlleve a sentimientos nocivos como la envidia, la ira constante y la baja autoestima, por citar algunos. 
Yo, por ejemplo, hoy observo con admiración las diminutas medidas de una amiga que se alimenta como un hombre de Neanderthal con hambre y mantiene incólume su esbeltísima figura, pero aprendo y reconozco que mi cuerpo no es, ni podrá ser así, aunque ayune 6 meses seguidos. Celebrar su condición de manera aislada y sin compararla con la mía,  me tranquiliza, protege a mi autoestima de cualquier atentado reconociendo inalcanzable la paridad. Lo mismo espero que ocurra en ella al apreciar y reconocer las delicadas facciones de otra amiga o la brillante creatividad, encanto y notoria personalidad de una más, así como la disciplinada vida y férrea convicción de pensamientos de una cuarta… ¡qué delicia de coctel !.
El día en que logremos, como sociedad y partiendo de los que ya somos considerados adultos, reconocer que nuestras diferencias físicas, intelectuales, actitudinales, ideológicas, etc, etc, nos hacen precisamente especiales y hasta atractivos para pertenecer a un grupo porque APORTAN con su originalidad y encanto únicos, disminuirán notablemente las visitas al psicólogo; casi podría apostar por ello. De igual manera, si permeamos ese logro a nuestras generaciones subsecuentes, se extinguirán significativamente muchas tristezas que hoy aquejan sin necesidad: el niño que se califica de poco inteligente por no ser primer, segundo ni tercer lugar en matemáticas (pero brillante en música), la chica que se juzga obesa por no caber en unos jeans talla 5, el adolescente que se pondera torpe por no jugar futbol como el hermano mayor, siendo un genio en la computación, en fin. 
Y para concluir sólo invito (partiendo por mí, que debo llevarlo a la práctica diaria) a la sencilla pregunta que acalla malestares espirituales, cada vez que nos sintamos feos, aburridos, viejos, gordos, flacos, ordinarios, chaparros, muy altos, desabridos, aturdidores, etc:   ¿ Comparados con quién ?.
 Mi abrazo fuerte.

Nov, 2012



No hay comentarios:

Publicar un comentario