martes, 22 de septiembre de 2015

CLICK

Hace un par de semanas salí de casa para realizar ciertas compras de apremiante necesidad. Al caminar por la calle vi, tras el aparador de lo que suponía ser una tienda de ropa y zapatos usados (hoy nombrados elegantemente “vintage”), un enorme, añejo y precioso pastor alemán con ojos de andar ya cansado, recostado en el interior del local, contemplando la calle (o algo más que yo no sé observar). Desde luego, la necesidad de acariciar esa cabecita de sabueso sabihondo me hizo entrar al sitio, sin pensarlo dos veces. Al cruzar la puerta saludé efusiva al hombre de pelo cano quien, postrado en una silla tan vieja como el resto de las cosas que le rodeaban, emitió una especie de gruñido al paso que llenaba un boleto de lotería instantánea, manteniendo su mirada firme en él. Acaricié al perro y no pude evitar preguntar -al único que podía responder además de mí y olvidando el gruñido emitido- su nombre. Un segundo murmullo, esta vez más fuerte y ordinario, salió de la diminuta apertura de los labios de aquel individuo. Jamás comprendí. Disponiéndome a salir enseguida del lugar pero aún con los pies dentro, me perdí de la oportunidad de permanecer callada (al fin en proceso de constante crecimiento y aprendizaje) y dije: “si usted supiera el impacto que tiene una sonrisa, esta tienda tendría gente y usted, ventas”… el tipo giró para mirarme y, con el semblante más adusto que he visto jamás, sumado a un ademán ordinario, exigió que me fuera enseguida y no volviera más. 
Prometo hacer, con sumo sacrificio, un esfuerzo sobrehumano para que sea cumplida su voluntad. 



No pretendo confundir a nadie al escribir lo que parece una historia insulsa con un protagonista ídem, a quien además ni conozco, sino, netamente, reflexionar hoy - como hace tiempo no lo hago - acompañada de ustedes, mis queridos cómplices. 

Jugar lotería es, sin adentrarnos en particularidades del “para qué”, la indiscutible pesquisa de un concepto que ronda en mi cabeza a partir de este incidente: fortuna, maravilla que por cierto  creemos tan remota y tenemos tan cerca, que el día en que aceptemos que es un elemento similar al viento -por su universal e inagotable existencia- entonces seremos, sin esfuerzo ni boletos, por demás AFORTUNADOS de manera constante. Además de encontrar acepciones de FORTUNA en la salud, el amor, la familia, la amistad y otros, aludo, sin recato ni culpa y con especial énfasis, a la fortuna económica: bendito recurso con el que podemos solventar sin preocupación los tesoros antes citados y del que los verbos comer, dormir, tener abrigo y compartir, entre otros miles, se ven fortalecidos y consolidados.  

Por trillada que pueda parecer la prosperidad como vocablo, no hay sinónimo que le honre, por lo que es menester expresarlo nuevamente: el universo es próspero de forma ilimitada. La fortuna está al alcance de todos y no es exclusiva de alguna raza o religión. Se trata, solamente, de conectarnos con ella, que espera por nosotros, pero que, igualmente, posee una característica que debemos recordar: habita del lado de la luz. 
Supongamos que, en una probabilidad de 1 en cien mil, el hombre al que cito en principio obtiene el premio más alto de la lotería instantánea. ¿Cuánto puede, verdaderamente, durar una enorme cantidad de dinero (que no es lo mismo que fortuna, como aquí se contempla) de momento recibida, por quien no está conectado, por ejemplo, con el verbo DAR? (quizá me equivoco con el individuo, pero he de reconocer que sirve de ejemplo ahora). 

Nada nuevo he descubierto, pero en mi pequeña participación como ser vivo y afortunado visitante de este mundo, tengo necesidad de reiterarlo: dar es luz y su antónimo, a saber, es oscuridad.
Cuando a alguien decimos “no hay dinero que alcance ”, automática y quizá, inconscientemente, tratamos de quitar, en mayor o menor medida, esperanza, fe y, nos guste o no, nos apartamos de la luz. A partir de ahí, CREEMOS y CREAMOS  ... luz u obscuridad.

Las ideas sin luz: gobiernos corruptos, personas deshonestas, delincuencia, negocios tramposos, relaciones insostenibles, etc,  existen en el lado inconveniente y mayor poder adquieren mientras más creyentes tienen. La maravillosa noticia es que el mismo efecto se genera (pero exponencialmente) en el lado correcto, el lado iluminado.

Si tienes una idea brillante (y lo sabes), si te ofrecen un proyecto próspero (y lo sientes), si te acercas a personas positivas y con conciencias ávidas de expansión  (y te contagias) … quédate con todo ello y permanece conectado ahí; verás, una vez inmerso en ello, cómo todo lo que encuentras a tu paso es igual. Te sorprenderás de los resultados, por lo que quizá un vestigio de aquella limitada oscuridad te aborde y haga pensar, “todo esto es demasiado bueno para ser verdad” pero sé consciente de ello y haz caso omiso a esa voz que sabotea porque todo lo maravilloso que ocurre, acéptalo como es, porque ES verdad. 

El temor, la duda, la zozobra, la crítica (por cierto, resultantes del ego, por raro que hoy se pueda leer y no ahondando en ello) resultan, francamente, tentadores: son “fáciles”, son “rápidos”, son “cómodos” y nos confunden, ya que nos generan un extraño placer intermitente, pero si sabemos "dar la vuelta a ellos"  y permanecer en conexión, entonces corroboraremos que la fortuna en todas sus manifestaciones y desde luego, la FELICIDAD (tan buscada) son estados constantes y no momentáneos, que están aquí, en nosotros, esperando, sencillamente, escuchar el tan deseado “CLICK “. Conectemos para siempre.


Mi abrazo con alto voltaje,


Mone

martes, 14 de abril de 2015

... y se manifestó

El pasado viernes fue un día raro, diferente en mucho, a los demás. Inauguré en mi cuerpo una sensación de dolor que en 40 años no había sentido con tal magnitud.
Sólo de pensar en ese sollozo lleno de ruido y lágrimas que nada ni nadie puede detener, siento cansancio. Siempre he dicho con amor y absoluta convicción a los que me rodean y pierden a un ser querido: “ ya trascendió a un lugar inimaginable para nosotros, pero, ciertamente, mejor, a un ladito de Dios… te das cuenta ? cuánta paz, cuánta alegría, cuánta luz ”.  Aquella mañana, por mucho que tratara de evocar esas palabras para mí, la hendidura en el estómago protagonizaba el espacio y yo no podía detener el llanto. Lastimaba cada respiro. Al paso de unas horas y, seguramente, porque nada puede durar una eternidad en su mismo estado ( mucho menos el llanto y la tristeza ), el oxígeno volvía a fluir de manera natural, ingresando a mis pulmones.  Ya se fue - por lo menos del plano terrenal - ese adorable tío al que amaba y creía infalible, eterno e inmortal.
Desde luego que a lo largo de mi vida se han ido seres a los que he querido, gozado y por ende, echado de menos. Sin embargo, en mucho participa la edad (propia) y con ella, la percepción del adiós, el contexto, las vivencias, la complicidad, la empatía y muchos factores más.
Mi tío fue, parcialmente, un padre , adicional al que gracias a Dios aún tengo, con quien pude charlar horas enteras sin darme cuenta de ellas. Duele menos el pensar que le dije, una y treinta veces, cara a cara y sin titubeos: “ te quiero ”. Pude coger sus mejillas entre mis manos y estrujarlas un poco, como quedándome con un pedacito de su mirada, cada vez que me despedía de él. Pude agradecer su amor, con amor …  en fin; más que entrar hoy en lo que para mí significa su persona, es menester de esta sedienta y muy novel escritora, homenajear su manifestación de vida eterna.

Con los ojos hinchados de llorar por horas, finalmente, entré en mi cama; recé un poco y después, en voz alta, pedí que, de alguna manera evidente y a la vez grata, mi tío enviara - como un cliché quizá para muchos, pero como algo nuevo para mí - una mínima señal, la que fuera, de que él estaba bien y de que había llegado a un lugar mejor. Cerré los ojos y no recuerdo más.
Desperté 7 u 8 horas después, relajada en verdad. Amaneció por demás soleado, brillante, azul. Salí con la familia a desayunar y cada bocado supo a gloria. El jugo de la naranja recién exprimida estaba más fresco que nunca. Los colores eran intensos a mi alrededor y, al voltear a la ventana de donde nuestra mesa se ubicaba, vi pasar , en plena calle, a una chica montada en una bicicleta poco común, circense, preciosa, con la rueda frontal de más de dos metros de altura. Después, el camino de regreso estuvo lleno de “fiestas visuales”:  gente sonriendo, gansos en parvada graznando, niños corriendo, movimiento, luz, color, aire intenso y limpio despeinando cabezas: belleza por doquier. Al llegar a casa vimos los asomos de flor de nuestro frágil arbusto ubicado en el patio frontal, mismo que hoy sabemos, es una magnolia. Vaya tonalidades más hermosas !!.
Creí entender el mensaje, por lo que en voz baja expresé:  “ gracias tío, por manifestarte ”… pero horas más tarde, el verdadero mensaje me había llegado: TODO aquello existe siempre, a toda hora …  es sólo cuestión de conectarse con el amor, incansablemente; la belleza de los colores, la magia de lo diferente, la frescura de una naranja, la elegancia de un ave, la pureza del oxígeno, nuestro sentido de apreciación, absolutamente todo , mora de forma constante en este mundo mágico en el que somos distinguidos invitados a habitar por un rato. Reparar en los millones de regalos que, sin envoltura ni misterio se postran ante nuestros sentidos de forma inagotable, es casi obligatorio, para que en nuestro último suspiro terrenal podamos pensar “ si en breve pasaré a mejor vida… no imagino cómo será, pues la que he tenido es simplemente maravillosa; estoy listo para emprender el viaje’’.
Por los que hoy ya no están aquí pero cuya energía se hace presente en la belleza del todo … VIVE por favor... VIVE en la íntegra extensión del verbo y conéctate en la frecuencia del amor.
Te abrazo, como siempre.
Mone


viernes, 6 de febrero de 2015

Algo bueno por decir

Este domingo pasado recibí de una querida y vieja amiga a la que veo muy ocasionalmente por razones de geografía, pero con quien mantengo comunicación regular por uno u otro medio, una noticia que me dejó, muy a pesar de su siempre característico positivismo, con asombro y desazón, pues le fue detectado cáncer in situ en el seno izquierdo - afortunadamente y dentro de lo penoso de la noticia -  con un excelente tiempo para que sea tratado y erradicado de raíz. Este lunes pasado fue intervenida y ahora ya está en casa. Hablamos anoche por más de media hora y el buen humor, el positivismo y los planes futuros, fueron los protagonistas de nuestra charla.
Cuando estábamos por colgar, le recordé que la quiero. No estoy dejándome llevar por la situación actual, aunque sin duda ésta me hizo reflexionar que escasamente se lo he dicho, aunque siempre lo he sentido. No la quiero o creo quererla por haber estado (porque ya lo considero tiempo pasado) convaleciente o porque imagine que con ello, mi amiga se sentirá mejor (si así sucede, me alegra mucho, aunque ella se escuchaba de maravilla), la quiero por muchas cosas y sumo a ello que nunca olvidaré cuánto aligeró mi vida al llegar muy joven a vivir sola a una ciudad que no conocía; su inmediata disposición y amistad hicieron fácil mi estancia por más de un año. Ella es una mujer sumamente graciosa, fuerte e independiente, pero dulce a la vez, pensante, culta, tenaz, positiva y muy sencilla. Espero me esté leyendo y sepa lo que opino de ella (como seguramente mucha gente lo hace).
Mi reflexión esta semana, es simple y directa: si quieres a alguien y se lo dices, me alegro mucho por ello… pero si de vez en vez (favor de no esperar a que pase un lustro) sumas a la comunicación con quienes tienes cerca y aprecias de verdad, algunos adjetivos positivos que les caractericen (reales, no someros) podrás deleitarte con la sonrisa de sus semblantes, la dulzura de sus voces – si no están junto a ti- o la brillantez de sus ojos y ¿ sabes qué ? además de ello, fomentarás la continuidad y el fortalecimiento de sus virtudes.                 Imagina un suéter que los demás alaban cuando lo usas… deseas portarlo más ante diferentes grupos de personas ¿cierto?.
Entre nuestro maravilloso libre albedrío se encuentra el elegir qué comunicamos: podemos herir, molestar o incomodar, pero igualmente, podemos motivar, agradecer, alabar y glorificar. Lo que expresamos (verbal o literalmente) no es únicamente lo que pretendemos decir, sino la fotografía de lo que tenemos en nuestro interior y que es parte de nosotros. 
Para despedirme de ustedes esta semana, invito a quien desee hacerlo, a llevar a la práctica algo similar a lo que el siguiente video muestra  (atinadamente compartido por una amiga a quien le agradezco la acción y a quien por cierto, desde que conozco, sólo le he escuchado palabras positivas): http://www.youtube.com/watch?v=-OBgdoAmuwI
Aquí va mi halago sincero: bendita humanidad en la que aún predomina el bien sobre el mal, te abrazo con cariño.

Mone
Dic, 2012


Hasta que el Facebook nos separe

Hace más o menos 5 años llegó a mi vida un nuevo amigo que me dejó atónita con su carisma. Podría describirlo en principio como enigmático, creativo, ingenioso, moderno, original y muy bien informado. De naturaleza seductora e indescriptible encanto, este sujeto de cuya existencia pocos desean privarse, brinda un infalible sentido de pertenencia y hace pensar que aquellos que lo han rechazado u omitido son sencillamente, unos inadaptados sociales. 
Hoy confieso que, tras un lustro entero de conocerlo y convivir con él cada vez más, he comenzado a sentir incomodidad con su creciente y  abrumadora presencia. Recuerdo que antes me daba el lujo de echarlo de menos y era entonces cuando lo buscaba para sentirme bien, dos o tres veces por semana, no más. Hoy resulta que es parte de mi vida diaria y que hasta sabe más de mis amigos que yo misma, pues con menos años de conocerlos, está enterado de sus vidas en todo momento y hasta ha sido testigo de los eventos más especiales que inclusive yo me he perdido. Creo que estoy un poco celosa y hasta molesta: hoy es el que protagoniza las reuniones, el que va en el auto, el que me ha quitado un par de libros por acaparar mi atención. Si quiero ir a cenar sola con mis amigas, el intruso está ahí, siempre: las aborda y acapara en  sus teléfonos celulares, se entromete en nuestras conversaciones, roba citas o adagios y hasta frases originales, dejando atrás aquel buen tiempo de “lo que pasa en las Vegas, se queda en las Vegas”… eso no existe más y me abate. Le agradezco su oportuna participación, pero creo que es tiempo de volver a poner límites. Lo quiero cerca de mí, pero no EN mí. Elijo regresarlo al orden de las prioridades que antes tenía y nunca anteponerlo por sobre los que quiero. Él es un medio, no un fin y quiero que así permanezca: que me acerque con los que tengo lejos pero nunca que me aleje de los que tengo cerca. Quiero volver a contar mis tontos chistes de la única forma en que sé hacerlo: actuándolos y no compartiéndolos con él para que se encargue de transmitirlos fríamente y después de juzgar si LIKE o no. Él no sabe de emociones.

No es culpa suya el ser tan atractivo y útil, tan eficaz y vanguardista. Yo no le juzgo, es más, le aplaudo por revolucionar al mundo y congregar, por decirlo así, a 700 millones de personas; es sólo que prefiero regresar a los días en que lo consideraba sólo un recurso de acercamiento y no el rector de mi vida y de mi ánimo. Inclusive lo requiero ahora, para ampliar la difusión de mi mensaje, pero consciente de los límites, ya que no quiero que llegue el día en que tú - mi ser querido - y yo, continuemos nuestra gran relación, caminando juntos en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad… hasta que el FACEBOOK nos separe.

Mone
Nov, 2012


Regala tu oído


No sé si es producto de mi imaginación o de una perspectiva temporalmente invadida de emociones y que más tarde cambiará, pero tengo la penosa sensación de que la sociedad en general – con sus siempre afortunadas excepciones- está perdiendo el oído. Sí, así, tal cual se lee… estamos ensordeciendo a pasos agigantados y no porque exista pandemia alguna que esté carcomiendo nuestros órganos auditivos de manera física, sino porque se ha manifestado, si no de forma completamente consciente y voluntaria, por lo menos sí previsible, la tendencia marcada a NO escuchar: ni al prójimo, ni al viento, ni al silencio… ni a nosotros mismos. 
Anoche vi un comercial de TV que enaltecía el “valor” de llevar “nuestro propio sonido” todo el día, sin reparar en lo que ocurre en nuestro entorno, en términos acústicos. Era, desde luego, la publicidad de unos audífonos que aislaban el “ruido” exterior para que el usuario pudiera escuchar, sin interrupción alguna, la música de su IPod y entonces se mantuviera felizmente inmerso en su propio mundo. ¡Vaya mensaje!… “que nada más importe, que tu propio sonido”.
Aclaro anticipadamente que yo hago uso de la música para correr, procurando con ello que la angustia del conteo de kilómetros se esfume por completo y que los ritmos entusiastas de una buena melodía, me den bríos para seguir adelante sin desistir. Procuro sin embargo que, una vez culminada la jornada, mis oídos y mente retomen el gusto por la cotidianidad del ambiente, por la risa de mi hijo, por la anécdota de un buen amigo, por la hoja seca que piso al caminar y por los consejos de mi mamá, entre otras maravillas acústicas.
Hace unos cuantos días tuve el gusto de compartir la hora de la comida con una buena amiga. Sobre la mesa estaban sólo nuestros alimentos y unas positivas ganas de platicar. La conversación abrió con cariñosos y genuinos sondeos de una a la otra: “ ¿ cómo estás ?”, “cuéntame de tu próximo viaje ” , “ ¿ cómo va el proyecto de trabajo de tu esposo ?”, “ ¿ qué tal te has sentido en estos días? ”… todo, absolutamente todo, se construía de forma natural en una expresión de “ soy toda oídos ” o lo que es mejor : “ me interesas y por eso estoy aquí ”. Los 60 minutos inicialmente planeados se duplicaron sin siquiera reparar en ello, seguramente por el mutuo deleite del saber a la otra atenta, interesada, enfocada, poniendo en práctica  el famoso pero cada vez menos aplicado aquí y ahora. No existieron distractores, ni conatos de interrupción, no hubieron llamadas, ni chats,  mucho menos vistazos a las redes sociales. Volvimos, simplemente, a los principios básicos del DAR. 
Culminado el placentero almuerzo, me fui a casa con una sonrisa y buena digestión, en todos los ámbitos. Me sentí muy bien.
Aquí mi sencillo mensaje, desde luego expresado en una de las muchas formas que tantos con la misma inquietud, utilizan; yo no he descubierto nada y mucho menos soy pionera en decirlo, pero lo hago porque cada día me doy más cuenta de las exquisitas consecuencias: regala tu oído… y por él me refiero a tu legítimo interés por todos aquellos a quienes quieres. Escúchalos y no actúes como que lo haces, porque se nota. Pregúntales cómo están, pregunta por su familia, por su salud, por su trabajo, por sus proyectos de vida, por sus pasatiempos… muestra cuánto te importan y no tendrás más respuesta que una sonrisa dulce que agradece y un afán creciente por tenerte cerca, siempre.
Desde aquí mi abrazo… y mi oído.
Mone


Oct, 2013


El placer de envejecer



Cuando cumplí 30 años sentí una terrible nostalgia por dejar atrás y para siempre, los afamados TES y adentrarme de lleno y sin permiso, a los temidos e injustamente satanizados TAS... caí ordinariamente en el condicionamiento de que al entrar en la década que inicia con 3 comenzaba a envejecer, pues tan sólo 10 años adelante estaría afiliándome a los casi innombrables, en aquel tiempo, CUARENTAS. 
En un par de meses cumpliré 39 años. 
Si me preguntaran en qué época de mi vida -posterior a la niñez- me he sentido mejor con la persona que habita en mí, respondería que en la que abraza desde los 35 años de edad hasta los que a la fecha tengo. Gocé mi adolescencia, pero de la mano de ella lloré y sufrí, padecí de incomprensión y de granitos en la cara, mientras vivía sujeta a la manutención de mis papás y debía entregar buenos dígitos en la boleta del colegio. Disfruté los veintes de inicio a fin y los tendré siempre guardados en mi memoria como especiales, por todo lo que me dieron: grandes amigos, una carrera, desafiantes trabajos, ingresos propios, fogueo social, independencia, energía, viajes, amores y desamores… pero también un camino por andar, obstáculos que resolver y una necesidad de conciencia que los años vividos no podían haberme ofrecido. Llegaron los treinta años y sentí al inicio que nada había cambiado mucho en relación a los predecesores, pero conforme pasaron algunas primaveras, noté cómo el peso de las cosas se distribuía de forma distinta en mi escala de prioridades y con ello, se aligeró la carga de mi paso por la vida. No sé qué suceda en un año ni en dos, pero sé que, si todo va conforme al ritmo que hoy llevo, gozando más de mi existencia mientras ésta va acumulando años, entonces salgo ganando.
Para muestra, basta un botón: 
Mis amigos, hermano, primos, todos ellos hoy de treinta y tantos y cuarenta y tantos: madres, padres, casados, solteros, divorciados y hasta viudos, más guapos que nunca antes y con sed de ser y hacer – unos física y otros espiritualmente -  sin parar, buenos conversadores, exitosos ejecutivos, instructores de cursos, diseñadores, maratonistas, chefs, fotógrafos, empresarios, profesores, amas y amos de casa,  con hijos pequeños, adolescentes, mayores… siempre actualizados, graciosos, tímidos o extrovertidas, pero invariablemente presentes, partícipes del mundo y cómo éste gira con ellos, dando  lo que saben dar y buscando respuestas a lo que siempre se han preguntado, en el inevitable anhelo por nutrir, de la forma que sea, a su espíritu, por dar un paso más en su propio camino… todos ellos son un ícono claro de la dinámica juventud que permanece en sus vidas, adherida a un cuerpo sano de promediadas cuatro décadas que tal vez asome algún pliegue nuevo, que no es más que la firma indeleble de una mayor cordura y sensatez, de una estabilidad anímica hallada en el balance de sus experiencias y de una vida llena de sazón que ni el más completo y detallado libro de aventuras pudo haberles brindado en sus páginas. Benditos cuarenta, poseedores de lo mejor de dos mundos: vitalidad y lucidez.


Si me adentrara en materia de lo que nos espera después de los cuarenta, mis más vivos y cercanos ejemplos llenarían a todo lector, mujer u hombre, de una objetiva esperanza:
Esposo, primos, cuñados, concuños, amigos y colegas, gente que atraviesa la quinta década… llenos de luz y un añadido conocimiento de las cosas, personajes más templados y firmes, conscientes de lo que quieren y de lo que no. Sensatos en sus decisiones y mayormente serenos, pero igualmente activos, guapos, algunos deportistas, lectores… y todos, con seductoras personalidades que sólo los años vividos podrían haberles regalado.
Mi madre y sus amigas, mi padre, por citar ejemplos…  todos ellos ya entrados en la década 6… de manera distinta, pero son muestras claras de que los años pasan y la belleza no acaba sino que se transforma elegantemente, pues además de que la apariencia se hace firme, madura, respetable, la ligereza de los pasos al caminar, la percepción de las vicisitudes y la fácil solución a los problemas, el sentido del humor, la valoración del tiempo y el espacio entre tantos otros factores, toman matices inimaginables.
Mis adorados tíos, suegros, amigos… décadas 7 y 8 … lúcidos, pensantes, consejeros, maduros, graciosos, complacientes, energéticos, amorosos, independientes en lo que deben, fuertes, amantes de la vida, creyentes, aún románticos, cultos, leídos, divertidos, activos… sorprendentes. Así quiero ser en unos años más, cuando logre alcanzarlos.
A todos los que se sientan identificados con estas décadas y además tengan en su haber, personas a las que admiran como lo hago yo, felicidades.
Los que en realidad aman la vida son aquellos que están envejeciendo.
Sófocles.
Mi abrazo fuerte,

Mone

Marzo, 2013


El bien sobre el mal

El primer blog post que escribí cuando comencé a formar parte del grupo de Chicagonow, se titulaba:  “ Nacionalidad: corredor ” y cada palabra de aquel texto salió del alma, no de la mente. Fue lo que en ese instante sentía, por la alegría tan grande, combinada con los nervios, la incertidumbre, la adrenalina y la inquietud de correr, por primera vez en mi vida y en próximos días (en aquel entonces), el Maratón de Chicago. 
No entraré nuevamente en detalles, pues ya lo hice en su momento, pero sigo pensando que el mundo de los corredores, así como el de cualquier grupo de personas cuyo maravilloso fin común es el sano, necesario y nutritivo deporte – el que sea - es más que una hermandad que desconoce fronteras, idiomas, razas y credos. Es abrazado por una nube de energía que envuelve e invita al positivismo, a la solidaridad, al compañerismo, a la amistad pura, en la que habiendo competitividad, predomina el amor al prójimo… por eso hoy estoy, al igual que millones de personas en el mundo y tras conocer la penosa noticia de los estallidos durante el Maratón de Boston, llena de indignación y sorpresa. 
Me he dado un día entero para digerir lo ocurrido y entonces poder escribir esto en lo que aún creo y creeré siempre, después de que circularon por mi mente tantos y tantos pensamientos de todos matices: el bien continúa predominando sobre el mal. El bien es luz y la carencia de ésta es oscuridad… y nada nos convencerá, a tantos miles de millones de habitantes en la tierra, a pasarnos de aquel lado sombrío, en el que hay realmente pocos individuos oscuros cuyas acciones de momento nos confunden, haciéndonos pensar que son millones, pero no es así. No vamos a creerlo. Los autores de casos como el ocurrido, siguen y seguirán siendo minoría, burda y pútrida, habitada por involucionados, pobres de espíritu y privados de luz… y aunque mi más sentido y sincero pésame está con los familiares y amigos de las personas fallecidas ( entre ellas, un pequeño de 8 años ) y mis oraciones también acompañan a los más de cien heridos hasta hoy reportados, incluidos todos aquellos que perdieron miembros de su cuerpo, créanme: mi lástima más grande está con los autores de esta tragedia, porque  dudo que respiren el mismo aire que respiramos y creo fielmente que la factura por liquidar – consigo mismos, con la vida en sí – no será exenta de pago. Escupieron al cielo y la ley de la gravedad es infalible. Lo siento por ellos.
El bien predomina sobre el mal… y los que corremos continuaremos haciéndolo, quizá ahora más inspirados que nunca, pensando en los que ya no están y en los que quedaron marcados de por vida… correremos más y mejor,  dedicaremos nuestros kilómetros avanzados, uno a uno, a todos ellos, a nuestros familiares y amigos, a nosotros mismos,  veneraremos más la vida y recordaremos con mayor fuerza, que la luz está siempre, muy por arriba de la oscuridad.
Mi abrazo más sentido.

Mone
Abril, 2013


Depurando… ¿en serio


Debido a que las temperaturas han cambiado, decidí que es momento de hacer canje total en el outfit del día a día, sacando ropa gruesa y chamarras de su escondite, guardando en su lugar la ropa ligera que hasta mayo o junio volverá a asomar las narices. Consideré entonces oportuna la ocasión para depurar, deshaciéndome de todo aquello que ya no utilizo y que a alguien más, si amerita el estado de conservación, brinde un mejor provecho. ¡Vaya desastre! : “ esto fue un regalo, ¿por qué desecharlo?, lo conservo para el otro año ”, “ adoro este pantalón y algún día volverá a quedarme”, “de ninguna manera se va esto, sé que la moda regresará” … cuatro de trece prendas, a regañadientes, logré poner en la bolsa de “se va”. 
Tal vez sea una absurda analogía, pero pensé, tras el tiempo invertido en el proceso de limpieza, en la bolsa personal de depuraciones que todos, seguramente , tenemos… y me pareció de pronto que si no tenemos cuidado, puede parecerse al de las prendas: “ este afán por levantar la voz innecesariamente, me ha de servir otra vez ”, “ esta carga excesiva de stress que yo sola propicio, seguro la vuelvo a usar ”, “ estos malos hábitos alimenticios que me costaron tanto tiempo, se quedan, el año que entra ya veré ”. Me atrevo a pensar que en cada etapa que llamamos “depurativa”, nuestra bolsa de “se va” queda escasamente contenida con algunas cosas insignificantes que sólo utilizamos para hacer volumen y convencernos de que estamos en una transición positiva: “ mentir un poco menos ”, “dejar de fumar por las mañanas”, “ ligar con alguien que no es mi pareja, pero al fin es sólo cibernéticamente”, en fin.
Después de esta locura de análisis, decidí que aquellas trece prendas se van, sin titubeos. Por supuesto, también resolví llenar mi bolsa espiritual de “se va“, con mucho de lo añejo a que me he arraigado ciegamente y que sólo ha ocupado un espacio importante para mí; no necesito remplazo sino un área LIBRE y limpia  en mi clóset personal. 
Y más importante que llenar la bolsa: deshacerse de ella. De nada sirve arrinconarla en el garaje, pues sigue estando adentro.
Abrazos de los que me gustan.
Mone

Nov, 2012


¿Comparado con quién?

En nuestra vida cotidiana y como una acción automática, todos tendemos a comparar. Hacemos uso de dicha herramienta, mayormente para explicar o hacer más entendible algo, cualquier cosa. Cuando se nos dificulta convencer a los demás sobre ciertas teorías o cuando nuestro interlocutor se muestra escéptico ante nuestra tesis, aunque ésta sea comprobable, recurrimos a este mecanismo - la comparación, el símil – para auxiliar lo que con tanto detalle explicamos. Resulta entonces completamente válido el acudir a este recurso dialéctico… pero tengamos cuidado y mesura con él, ya que si lo utilizamos de forma constante en nuestro diario andar por la vida, podemos fácilmente caer en una profunda y constante desdicha, una insatisfacción asfixiante y quizá hasta en una frustración que conlleve a sentimientos nocivos como la envidia, la ira constante y la baja autoestima, por citar algunos. 
Yo, por ejemplo, hoy observo con admiración las diminutas medidas de una amiga que se alimenta como un hombre de Neanderthal con hambre y mantiene incólume su esbeltísima figura, pero aprendo y reconozco que mi cuerpo no es, ni podrá ser así, aunque ayune 6 meses seguidos. Celebrar su condición de manera aislada y sin compararla con la mía,  me tranquiliza, protege a mi autoestima de cualquier atentado reconociendo inalcanzable la paridad. Lo mismo espero que ocurra en ella al apreciar y reconocer las delicadas facciones de otra amiga o la brillante creatividad, encanto y notoria personalidad de una más, así como la disciplinada vida y férrea convicción de pensamientos de una cuarta… ¡qué delicia de coctel !.
El día en que logremos, como sociedad y partiendo de los que ya somos considerados adultos, reconocer que nuestras diferencias físicas, intelectuales, actitudinales, ideológicas, etc, etc, nos hacen precisamente especiales y hasta atractivos para pertenecer a un grupo porque APORTAN con su originalidad y encanto únicos, disminuirán notablemente las visitas al psicólogo; casi podría apostar por ello. De igual manera, si permeamos ese logro a nuestras generaciones subsecuentes, se extinguirán significativamente muchas tristezas que hoy aquejan sin necesidad: el niño que se califica de poco inteligente por no ser primer, segundo ni tercer lugar en matemáticas (pero brillante en música), la chica que se juzga obesa por no caber en unos jeans talla 5, el adolescente que se pondera torpe por no jugar futbol como el hermano mayor, siendo un genio en la computación, en fin. 
Y para concluir sólo invito (partiendo por mí, que debo llevarlo a la práctica diaria) a la sencilla pregunta que acalla malestares espirituales, cada vez que nos sintamos feos, aburridos, viejos, gordos, flacos, ordinarios, chaparros, muy altos, desabridos, aturdidores, etc:   ¿ Comparados con quién ?.
 Mi abrazo fuerte.

Nov, 2012



Gotas con " chip " masculino

Llevo 38 años en la búsqueda de unas gotas cuyo ingrediente activo se llama “chip masculino” fabricadas meticulosamente para componer sólo los siguientes malestares: “ solución inmediata de problemas”, “ percepción y manejo de la amistad ” y “ control del stress y las aprehensiones ”. Si alguien sabe de su existencia, mucho agradeceré me indique dónde adquirirlas, pues segura estoy que con ello, más de la mitad de las complicaciones del día a día, dejarían de existir. Sé también que tendrían un éxito rotundo entre mis congéneres femeninas y que se venderían mucho más, que el mismo pan caliente.
Dicen que con esas gotas maravillosas, podría erradicar esos raros síntomas del muy concurrido ahogo en un vaso de agua y que poco importaría si mi amiga me saluda mañana de una forma diferente a la de ayer, pues lo único que registraría sería el fondo (su amistad) y no la forma ( su tono de voz). Cuentan también que con ese ingrediente podría lograr que mis amistades verdaderas perduraran hasta envejecer, sin reñir con ellas por minucias y que poco o nada me dolería si olvidaran mi cumpleaños o pasaran por alto mis zapatos nuevos. Se rumora inclusive, que las gotas con chip masculino generan un efecto de libertad, de no depender de los halagos para ser feliz. Sus efectos secundarios, según interesantes textos, consisten en sentir genuina alegría por el bienestar, el éxito y la belleza de los demás, sin buscar algún argumento que procure convencer de lo contrario. Propician de la misma forma, una estabilidad suficiente como para tener una perspectiva equilibrada, donde no se exacerben las cosas o se lleven al extremo; eliminan las fervientes ganas de comunicar indiscreciones a terceros, compensándolas con síntomas de reserva y prudencia.
Como la mayoría de las cosas, este medicamento debe consumirse con extrema mesura y moderación para no afectar a las benditas virtudes del género femenino (intuición, sensibilidad, responsabilidad, protección, fortaleza, etc) y solamente ayudarles con un toque de armonía.
Y mientras encuentro las gotas… ¿podría tomar unos placebos?
Me lo dejo de tarea.
Mone

Enero, 2013

Apapacho: Producto sin arancel


Trece días han pasado desde que llegué a vacacionar a la tierra en que nací: México. Cada vez que estoy aquí, mis sentidos parecen intensificar sus funciones. Los colores, las formas, los sabores, las texturas, los sonidos, todo, todo absolutamente, cobra una dimensión distinta que me envuelve y estremece y, por alguna razón - seguramente el vivir a distancia de mi paraíso natal - me pone más perceptiva que nunca. Siento de pronto como si estuviera en el interior de un caleidoscopio... y me gusta; hasta hoy reparo en ello con tanto detalle.

Es entonces cuando, consciente o inconscientemente, comienzo a esbozar varios proyectos en mi mente, que impliquen el "traslado" de un pedazo de eso que todos-nacionales y extranjeros- experimentamos al pisar tierra Azteca. Repaso una y otra vez, como si tratara de descubrir el agua caliente, las maravillas que nuestra fértil nación produce: el arte (pintura, escultura, literatura, artesanía, joyas, etc), los textiles, la exquisita comida, nuestras maravillosas playas y excepcionales puestas de sol, los envidiables climas y nuestros pueblos mágicos y pintorescos para encontrar, además de todo ello, ese ALGO adicional que se pueda compartir con aquellos que no puedan o no quieran venir, ese mágico elixir que cautiva, que embelesa, que enamora y que hace que México se sienta un hogar, irremediablemente y a pesar de todo.
Después de visitar a gran parte de mi familia y amigos, parece que lo encontré: es algo que se puede exportar fácilmente y que no tiene arancel alguno; no requiere empaque especial y se puede producir directamente en cada país, aunque sus letras conjugadas, serán siempre Mexicanas: el APAPACHO,
 así, literal, con sus ocho letras, su preciosa fonética y su profundo sentido.

Aunque existan significados similares que tienen traducción en todos los idiomas, 
APAPACHO no posee sinónimo alguno. Es una palabra de uso común en México ( también conocida en Honduras ), aceptada y reconocida por la Real Academia de la Lengua Española. 
Si bien se puede describir como la acción de acariciar, mimar, brindar afecto, este dulce vocablo de origen Náhuatl, además de haberse llegado a considerar como el más bello del Castellano en la Escuela de Escritores por su cadencia y entonación, es único en su forma y en su fondo; posee propiedades extraordinarias y no distingue edades ni géneros, religiones ni creencias. El APAPACHO genera una sensación maravillosa e insustituible. Desde la pura mención verbal hay un bienestar inmediato, inexplicable, que se experimenta como de manera mágica. Aunque el contacto físico es el ingrediente sustancial del APAPACHO, éste es tan maravilloso que se puede lograr inclusive a través de una llamada telefónica, de una carta, de una mirada. APAPACHAR es un conjunto de acciones en las que se ve envuelto el cariño, la sed de cercanía. 

Asumiendo que tengo el permiso de mis queridos compatriotas, ofrezco, de forma gratuita y sin exigir denominación alguna de origen, nuestro producto e
special y mágico, altamente recomendado para todos desde niños: el APAPACHO, que es el mimo que casi todos practican y conocen mundialmente, pero con la diferencia exclusiva de que éste es aplicable entre todas las edades y géneros, entre amigos, hermanos y colegas, entre parientes y vecinos e inclusive, entre médicos y pacientes; se pone en práctica sin razón exclusiva y de forma constante, desconociendo los miedos, los prejuicios sociales y los malos entendidos. 

Así que , hermanos de otras naciones: aquí está, con todas sus letras, para ustedes, con amor desde México: A P A P A C H O. No paguen arancel, es gratuito.

Muy Felices Fiestas,

Mone

Enero, 2013


jueves, 5 de febrero de 2015

Mi hogar conmigo


Aquí nieva ahora… y muy fuerte.  Chicago es así: puede estar soleado y templado, soportable… pero al siguiente día, a -15C. No importa, sigue siendo grato vivir aquí.

Es de noche. Estoy regresando del paseo obligatorio con Ty, mi amado perro, quien necesita ( por muchas razones, que obviaré en este texto ) realizar dicha actividad. Cuando llegamos a un punto que juzgué ya un tanto lejano a casa y desconocí el entorno, sentí más frío del ya existente y tuve la necesidad de ejercer, de forma inmediata, la famosa “ vuelta en U “.
Creo que no se trataba propiamente de un frío físico, sino de algo más. Conforme comenzamos nuestro andar de regreso y la distancia iba reduciendo su metraje, la por todos deseada sensación de PAZ comenzó a abordar mi cuerpo y con ella, el frío adicional al que en mi cara se podía sentir, disminuía notablemente. Desapareció por completo cuando a lo lejos divisé los faroles que acompañan a la callecita en la que vivimos y, desde luego, una vez caminando en ella, mi paso se tornó seguro y relajado… feliz; creo que el de Ty, cuyo rabo de agitado movimiento le delataba, también.

Entré a casa y quise comenzar a escribir de inmediato. Me di cuenta durante aquel bendito paseo, que la analogía ( para mí traducida en señal divina ) era clara: Mone se estaba alejando de casa en su vida diaria, en su cotidianidad, en su ser.  Vaya inconsistencia con lo que en otras ocasiones he escrito !!.
Permití, no sabiendo cuándo ni cómo, que las cosas ( entiéndase no necesariamente en materia) más importantes de mi vida, con las que yo nací y que traigo adheridas en mi ADN, comenzaran a quedar un tanto rezagadas, puestas a un lado del camino… descuidadas. 

El hogar: ese sitio no arquitectónico , no hecho de cemento y varilla, no geográfico,  ni siquiera comprendido por muebles y flores… ese… el que yo definiría, no sólo como nuestros valores innatos, sino también, para mí, por ejemplo, como la merienda, el juguete a medio pasillo, las migas sobre la mesa, la carcajada súbita de Imanol (mi hijo), la taza con medio café, la risa cortés y justificada  de mi esposo, a efecto de la prueba de mi fallido experimento por cocinar, el juego de cartas con mi mamá cuando gozo de la dicha de tenerla cerca, el sudor que disfruto y que sucede a mi ejercicio cotidiano, las teorías disímbolas de sobremesa por el caso de las Torres Gemelas, el email gracioso de mi papá, los baños de tina con mi hijo, el libro que reposa en mi buró con la pasta un poco doblada, los apodos en complicidad con mi hermano cuando nos comunicamos, los recalentados sin mayor receta, las películas en cama, el despedirme de los míos por teléfono, con un automático “ Dios te bendice ”, el ocio que regalo a mi persona, un rato cada día, el instante inspirador en que deseo escribir - aunque no sea experta - , como ahora  … todo, todo ello es “ mi hogar”. Cada quien tiene el suyo ( espero ) , con sus propios significados y creo yo - por eso lo escribo - que debería ser intocable e intransferible.

Trabajar, socializar, consumir… verbos sin duda indispensables y maravillosos: pero alternos. Si los ponemos en su justa dimensión ( horas dedicadas al día, lugar, contexto ), serán amados eternamente; el peligro radica en el abuso a cada uno de ellos, sin que nadie nos lo exija siquiera, alejándonos por consecuencia, de lo único que permanecerá con nosotros hasta nuestra última exhalación en esta vida: nuestro hogar, aunque éste , tanto o más que nosotros, también vaya transformándose.

Canjea varias de tus horas absorto en Facebook, por algunas que puedas ceder a la llamada a tu abuelo (si aún lo tienes),  a la sobremesa con los tuyos, al baño de tina pausado, al abrazo indescriptible de tu hijo cuando te ve llegar al colegio, por cierto con las manos libres de celulares y llaves que denotan "estoy, pero no estoy". Transfiere todas esas “ selfies” a momentos verdaderos, físicos, no virtuales, en compañía de los que amas… y si no están cerca, usa tú la tecnología, pero no al revés. Come y degusta, duerme y descansa, conversa y departe, siéntate y disfruta, lee y digiere, calla y escúchate … Te lo dice quien siempre parece estar corriendo, como perseguida por alguien, últimamente distribuyendo de manera errática las preciadas horas, si no en Facebook, sí en muchos otros escenarios, buenos y “productivos”, pero al fin ajenos a mi hogar, confundida por la persecución de sueños… y hoy, al volver del frío, reparé con claridad (gracias a Dios) que mi sueño principal es, precisamente, este: mi hogar conmigo, por sobre todas las cosas.

Amor, paz… y un HOGAR intransferible.

Mone