miércoles, 13 de septiembre de 2017

VIVAMOS MÉXICO®


Son 6 años y unos meses los que han pasado desde que dejé mi patria como lugar de residencia. Creo que, muchas veces, para apreciar el jardín hay que observar desde la ventana, de otra forma nuestra visión podría correr el riesgo de ser limitada. 

Hoy es México, precisamente, el lugar que más promuevo -tal vez como no lo hice mientras lo viví-, del que más orgullosa estoy y por el que sacaría, como el más fiel escudero de la Edad Media, la espada combatiente si algo o alguien atentara contra él, a partir de su palabra. 

Lo curioso es que -con pena lo comparto- me parece que el enemigo está en casa, no fuera de ella. 

En Madrid, ciudad que hoy me acoge también como un hogar verdadero, no he podido mas que responder “muchas gracias” a la mayoría de las personas que, al reconocer mi evidente acento, me saben mexicana. Así es: para la inmensa mayoría de los españoles, créanlo, somos generosos, corteses, amigables, cercanos, emprendedores, buenos inversores, creativos, solidarios y muy educados. 

Dicho esto es menester preguntarnos ahora, de forma general (porque existen las benditas excepciones): ¿cuál es la percepción y, sobre todo, la actitud generalizada del mexicano al mexicano? ¿avalamos y admiramos el talento de los nuestros, los de casa? ¿les mostramos afecto, admiración y apoyo? ¿fijamos nuestra atención en ellos, en su calidad humana, no así, en su currículum y/o modus vivendi? 

Si me pidieran que definiera a México, comenzaría por afirmar que tan maravilloso país no es una eventualidad ni un hecho aislado… México es algo permanente pero, igualmente, flexible y , por tanto, perfectible. 

Por fortuna México no es un tequila, un chiste creativo o cinco tipos enfundados en la bandera que ostentan sombreros charros mientras ovacionan a la selección de fútbol (siempre y cuando el marcador sea favorable). México no es, solamente, un grupo de rescate solidario tras un terremoto, ni unos seis o siete científicos, empresarios o atletas -maravillosos- que nos encumbran (tal vez con poca difusión) a nivel mundial.  México no es su clima, ni su excelsa comida ni los vivos colores que le caracterizan. Tampoco es su gobierno ni sus mandatarios. Mucho menos es un mundo de narcos ni de corrupción constante. No. México es cada uno de nosotros, SIEMPRE: vivamos donde vivamos, estudiemos (o no) lo que estudiemos, a partir de nuestra actitud, de nuestra civilidad, de nuestro entusiasmo -no fortuito, sino constante- y, sobre todo, del apoyo y admiración genuinos, trascendentes y profundos que, con nuestra esencia (pensamientos, palabras y actos) mostremos, no solo a los que nacieron fuera, sino, con mayor razón, a los que comparten patria con nosotros. México vive a través de los que nacimos en su terruño y claro, también de los adoptados por amor a él. México VIVE de lo que nosotros hagamos de él: somos sus células, su motor, su estrategia publicitaria, sus embajadores, su sello distintivo. 
Si México tiene firma, nosotros definimos cada trazo de ella.  






Quizá pocos lo saben, pero yo tengo un programa de radio en Madrid. Lo he logrado gracias a grandes empresarios mexicanos que apoyan a los suyos, dentro y fuera del país. En dicho programa he tenido el placer de contar con los más valiosos invitados, originarios de una vastedad de nacionalidades y de quienes, por cierto, he aprendido como nunca imaginé: españoles, peruanos, salvadoreños, franceses, MEXICANOS, cubanos, italianos, rusos, alemanes, etc, etc. Excepcionales en su ámbito, con mucho que aportar y quienes, por su mismo talento, son inigualables. Lo que ratifico de ello (sin que sea gran ciencia, pues lo sabemos de sobra) es que TODOS LO SOMOS. No podría el gran poeta al que conocí, hacer lo que la estupenda cantante peruana hizo ni esta última haber tenido las experiencias y devoción que una novicia de clausura ha vivido. Tampoco veo a esta dulce dama muy ducha en el arte del ilusionismo del otro y a ese otro siendo el gran periodista español de cepa cuya historia le hará justicia. Este microuniverso de maravillosas personas me ha llevado a aseverar que, en la medida en la que enaltezcamos y aprendamos del talento del otro o por lo menos no pretendamos ignorarlo, los más beneficiados seremos nosotros, pues su brillo conjugado con el nuestro, creará una chispa de absoluto resplandor. Eso, mis compatriotas queridos, es, simple y llanamente, lo que necesitamos tatuar en nuestro ADN: somos complementarios y la belleza del otro no opaca la mía: la refuerza. 

Hace poco conocí a una estupenda empresaria mexicana (también con domicilio en Madrid) cuyo negocio es "Vive tu marca" en inglés y uno de sus adagios, “ Tus empleados crean tu marca”. Todo ello me puso a pensar: México es, por su propia naturaleza, una poderosa y muy especial marca. Pero en cada uno de nosotros -sus vástagos- está el hacerla llegar a niveles insospechados de prestigio mundial. ¿Cómo? viviéndola y siendo congruentes con la gran imagen que se tiene de nosotros, a partir de simplezas que harán la diferencia. Voltearnos a ver hacia adentro (no solo hacia afuera), enorgullecernos -cuando amerite- unos de otros y allanar nuestros caminos, hombro a hombro, mano a mano, para llegar a un sitio más alto que en el que ahora estamos. 

Vivamos de hechos, no de imagen:  SEAMOS MEXICANOS, QUERIENDO, ADMIRANDO Y APOYANDO MEXICANOS, además de personas de todo el mundo. 





En este mes patrio en que celebramos nuestras fiestas, para que a cabalidad VIVA MÉXICO, en cada uno de nosotros debe caber, de manera omnipresente, VIVIR MÉXICO como la mejor marca del mundo, con nuestra actitud y apoyo recíproco. Como lo he dicho antes: el bien de MI prójimo es MI PROPIO BIEN.

Abrazos para todos. 

Mone