Desde siempre he expresado antipatía por el uso desmedido de las redes sociales, de los mensajes escritos en los equipos
móviles, de las conversaciones virtuales por encima de las personales y
entonces, en consecuencia, me he considerado absolutamente escéptica de la autenticidad
de las relaciones ( de cualquier índole ) que se conforman a través de
uno de estos medios. Abiertamente reconozco que he tachado de irracional,
fatuo, fantasioso y absurdo, el hecho de que dos personas se “ conozcan “ a
través de lo que conocemos como “ la red “, sea cual fuere la herramienta de
enlace ( juegos, chats, foros, etc ), reservando un punto a favor de las
páginas especializadas para citas, si consideramos que en ellas el fin
está justificado por el medio: tras un criterio detallado de búsqueda
especializada, dos personas pueden llegar a conectarse personalmente, con la
ayuda de un más amplio espectro del que el individuo mismo tenía en su entorno.
Además todo concluye, si se cumplen las expectativas iniciales, por lo menos en un
encuentro personal.
Hoy, bajo la previa autorización de la
autora de este relato, me permitiré compartirlo a ustedes, reconociendo con
humildad, que no todo puede ser blanco o negro y nada más. Hay matices
intermedios y esta vez, con toda franqueza, mi crítico interior enmudeció un poco
tras escuchar la historia platicada por una boca que no dejó de sonreír.
A mi chispeante confesora la llamaremos
simplemente “ Lita ”, quien es casada, con hijos y goza de una vida armoniosa y
económicamente confortable.
Lita es una mujer siempre ocupada y con
escaso tiempo para socializar. Su esposo e hijos, las impostergables labores
domésticas, su trabajo ( el cual realiza más como obra social ) y sus mascotas,
demandan 18 de las 24 horas que el día tiene. El trajín de su vida y los años
que pasan convierten en rutina lo que alguna vez fue novedad y han hecho que
Lita, como la mayoría de las mujeres con estas comunes características, tenga
un ritmo lineal en su día a día y las emociones fuertes no se crucen de forma
recurrente a su paso.
Hace no mucho tiempo, Lita ingresó a un
foro de esos temáticos que hay en internet por millares, para
disipar una duda técnica que tenía. Fue inmediatamente respondida por un hombre
cuyo seudónimo aquí llamaré “ Caruz ”, obteniendo una amplia y especializada respuesta a su pregunta. A partir de entonces
y por un curioso intercambio de mensajes en los que la afinidad de ciertos
tópicos se hizo evidente, Lita y Caruz han forjado una especie de amistad, pero
inevitablemente, con un cierto "twist" de romanticismo platónico.
Rara mezcla, según lo describe ella, suplicando de inicio no ser juzgada por
algo que es netamente virtual y cuyos autores se encuentran a 7,048 kms de
distancia entre sí.
El foro de consultas de la red fue la
pista de baile inicial donde se conocieron, pero de ahí trascendió al ya más
personal correo electrónico, en el que intercambiaron material de lo que cada
uno hace, poco a poco describieron sus vidas y contexto sin mayor maquillaje (
por lo menos Lita así lo hizo y cree que Caruz fue sincero también) , se
conocieron sucintamente por fotos intercambiadas y supieron entonces del esposo
de una y de la soltería del otro, quien por cierto es considerablemente más
joven que Lita.
Hoy por hoy, están también conectados por
Skype (sólo se escriben en él, pero
nunca han hecho uso del video) y curiosamente, por el ya famoso Whatsapp. Me
sorprendí, siendo franca, de que Caruz fuera un contacto ya establecido en su
teléfono celular, pues a duras penas lo somos quienes nos consideramos muy
cercanos a ella.
Lita y yo somos amigas desde niñas, por lo
que si de algo puedo dar constancia, es de la intachable
(quizá en exceso) conducta de mi amiga, a quien apenas le conocí un par
de novios. Nunca fue escandalosa ni coqueta, aunque sin duda atractiva y
por ende, con gran experiencia en rechazar diplomáticamente a varios que
quisieron abordarla, por no cubrir sus estrictos requisitos, para siquiera
salir a tomar un café. Lo que siempre he sabido, es que Lita se abstuvo de vivir
un sinfín de experiencias, propias de la juventud pre y post-universitaria.
Mientras Lita comparte su más osado
secreto conmigo, aprieta mi mano y me explica una y otra vez que se
siente fuera de sí y que seguramente tan atípica euforia pasará pronto. Es
claro que no es a mí a quien se dirige, sino a su desafiante conciencia, a
quien Lita pretende hacer creer que no está disfrutando del todo, su mágica
experiencia. Sus labios la traicionan con una sonrisa y sus ojos los secundan
al destellar un brillo que delata a todos aquellos que experimentan un
entusiasmo mayor que el del resto de la gente. Es como una marca indeleble que
anuncia a los cuatro vientos " me siento feliz ".
Lita y Caruz saben en el fondo que nunca
se conocerán en persona. Son conscientes de sus grandes diferencias, pero hoy
disfrutan sus similitudes, compartidas sólo en ese espacio que la tecnología
regala, donde es posible habitar por un rato a solas o acompañado por quien uno
desee, en silencio con el mundo real pero en sintonía con el interlocutor
conectado. Lita me dice, con voz temblorosa “ tener mi propio secreto,
Mone, es algo único. No es que esté sola, pero a veces soy de todos y no soy de
mí. No busco que me comprendas. ”
Por los sistemas de audio gratuito que hoy
en día acompañan a las aplicaciones de chat,
ellos ya conocen sus voces y Lita siente confianza. No se intimida, pero
sí se limita un poco, tanto con Caruz como con ella misma... cree en aquello de
no hacer lo que a uno no le gustaría que le hicieran y sabe en el fondo que
decir de más, puede hacerla dormir intranquila en un futuro.
Llegará pronto el día en que Caruz tenga
novia nuevamente y se olvide parcial o totalmente del espacio de complicidad
con Lita, como es natural; Lita entonces volverá a su ritmo estable de
emociones y todo estará de vuelta a la normalidad... pero mientras eso pasa,
me confesó que este relato lo compartía conmigo, para que yo, en este
pequeño espacio de expresión, funja como intérprete de su actual sentir,
para decirle a Caruz que no hay crema
embellecedora que logre los efectos que sus palabras tuvieron en ella … y que le gustaría tocar su mano y permanecer un rato
asida de ella.
No más que eso … y yo le pregunté: “¿segura?”...
y sólo se rió.
Mi abrazo fuerte para todos, pero uno
especial - como de 20 segundos - para Lita y otro igual, para Caruz.
Mone