martes, 22 de septiembre de 2015

CLICK

Hace un par de semanas salí de casa para realizar ciertas compras de apremiante necesidad. Al caminar por la calle vi, tras el aparador de lo que suponía ser una tienda de ropa y zapatos usados (hoy nombrados elegantemente “vintage”), un enorme, añejo y precioso pastor alemán con ojos de andar ya cansado, recostado en el interior del local, contemplando la calle (o algo más que yo no sé observar). Desde luego, la necesidad de acariciar esa cabecita de sabueso sabihondo me hizo entrar al sitio, sin pensarlo dos veces. Al cruzar la puerta saludé efusiva al hombre de pelo cano quien, postrado en una silla tan vieja como el resto de las cosas que le rodeaban, emitió una especie de gruñido al paso que llenaba un boleto de lotería instantánea, manteniendo su mirada firme en él. Acaricié al perro y no pude evitar preguntar -al único que podía responder además de mí y olvidando el gruñido emitido- su nombre. Un segundo murmullo, esta vez más fuerte y ordinario, salió de la diminuta apertura de los labios de aquel individuo. Jamás comprendí. Disponiéndome a salir enseguida del lugar pero aún con los pies dentro, me perdí de la oportunidad de permanecer callada (al fin en proceso de constante crecimiento y aprendizaje) y dije: “si usted supiera el impacto que tiene una sonrisa, esta tienda tendría gente y usted, ventas”… el tipo giró para mirarme y, con el semblante más adusto que he visto jamás, sumado a un ademán ordinario, exigió que me fuera enseguida y no volviera más. 
Prometo hacer, con sumo sacrificio, un esfuerzo sobrehumano para que sea cumplida su voluntad. 



No pretendo confundir a nadie al escribir lo que parece una historia insulsa con un protagonista ídem, a quien además ni conozco, sino, netamente, reflexionar hoy - como hace tiempo no lo hago - acompañada de ustedes, mis queridos cómplices. 

Jugar lotería es, sin adentrarnos en particularidades del “para qué”, la indiscutible pesquisa de un concepto que ronda en mi cabeza a partir de este incidente: fortuna, maravilla que por cierto  creemos tan remota y tenemos tan cerca, que el día en que aceptemos que es un elemento similar al viento -por su universal e inagotable existencia- entonces seremos, sin esfuerzo ni boletos, por demás AFORTUNADOS de manera constante. Además de encontrar acepciones de FORTUNA en la salud, el amor, la familia, la amistad y otros, aludo, sin recato ni culpa y con especial énfasis, a la fortuna económica: bendito recurso con el que podemos solventar sin preocupación los tesoros antes citados y del que los verbos comer, dormir, tener abrigo y compartir, entre otros miles, se ven fortalecidos y consolidados.  

Por trillada que pueda parecer la prosperidad como vocablo, no hay sinónimo que le honre, por lo que es menester expresarlo nuevamente: el universo es próspero de forma ilimitada. La fortuna está al alcance de todos y no es exclusiva de alguna raza o religión. Se trata, solamente, de conectarnos con ella, que espera por nosotros, pero que, igualmente, posee una característica que debemos recordar: habita del lado de la luz. 
Supongamos que, en una probabilidad de 1 en cien mil, el hombre al que cito en principio obtiene el premio más alto de la lotería instantánea. ¿Cuánto puede, verdaderamente, durar una enorme cantidad de dinero (que no es lo mismo que fortuna, como aquí se contempla) de momento recibida, por quien no está conectado, por ejemplo, con el verbo DAR? (quizá me equivoco con el individuo, pero he de reconocer que sirve de ejemplo ahora). 

Nada nuevo he descubierto, pero en mi pequeña participación como ser vivo y afortunado visitante de este mundo, tengo necesidad de reiterarlo: dar es luz y su antónimo, a saber, es oscuridad.
Cuando a alguien decimos “no hay dinero que alcance ”, automática y quizá, inconscientemente, tratamos de quitar, en mayor o menor medida, esperanza, fe y, nos guste o no, nos apartamos de la luz. A partir de ahí, CREEMOS y CREAMOS  ... luz u obscuridad.

Las ideas sin luz: gobiernos corruptos, personas deshonestas, delincuencia, negocios tramposos, relaciones insostenibles, etc,  existen en el lado inconveniente y mayor poder adquieren mientras más creyentes tienen. La maravillosa noticia es que el mismo efecto se genera (pero exponencialmente) en el lado correcto, el lado iluminado.

Si tienes una idea brillante (y lo sabes), si te ofrecen un proyecto próspero (y lo sientes), si te acercas a personas positivas y con conciencias ávidas de expansión  (y te contagias) … quédate con todo ello y permanece conectado ahí; verás, una vez inmerso en ello, cómo todo lo que encuentras a tu paso es igual. Te sorprenderás de los resultados, por lo que quizá un vestigio de aquella limitada oscuridad te aborde y haga pensar, “todo esto es demasiado bueno para ser verdad” pero sé consciente de ello y haz caso omiso a esa voz que sabotea porque todo lo maravilloso que ocurre, acéptalo como es, porque ES verdad. 

El temor, la duda, la zozobra, la crítica (por cierto, resultantes del ego, por raro que hoy se pueda leer y no ahondando en ello) resultan, francamente, tentadores: son “fáciles”, son “rápidos”, son “cómodos” y nos confunden, ya que nos generan un extraño placer intermitente, pero si sabemos "dar la vuelta a ellos"  y permanecer en conexión, entonces corroboraremos que la fortuna en todas sus manifestaciones y desde luego, la FELICIDAD (tan buscada) son estados constantes y no momentáneos, que están aquí, en nosotros, esperando, sencillamente, escuchar el tan deseado “CLICK “. Conectemos para siempre.


Mi abrazo con alto voltaje,


Mone