jueves, 18 de febrero de 2016

Dejando a PIPE

Siempre pensé que se trataba de un tigrillo, pues poco o nada reparé en el estampado del material con el que está hecho. Lo compré en un supermercado cerca del hotel en que esa noche permanecimos, porque ninguno de los dos recordamos empacar al oso con que Imanol dormía desde que tenía dos meses de nacido. Lo elegí sencillamente por su carita dulce, seguramente por el precio y además, porque guiñe un ojo y asoma un pedacito de lengua. Me cayó bien y parecía el menos corriente de las escasas opciones de animalitos de peluche del estante. Le pusimos PIPE, no sé por qué razón. Desde el primer abrazo se volvió el inseparable compañero de mi hijo, entonces de 7 meses. Pipe aquí, Pipe allá. Pipe al auto, Pipe al avión, Pipe al colegio. 


Con el pasar del tiempo y con una apariencia cada vez más ajada por obvias razones de uso, Pipe fue desempeñando más y más roles en la vida de Imanol, quien por cierto, es hijo único. Ya no solo era el insustituible remedio para el sueño de las noches, el consuelo de los llantos, el mitigador del miedo; se trataba ahora del autor de los lentes perdidos de papá o del olvidadizo que había dejado un juguete bajo el árbol de algún parque, del causante del vaso roto y del creador único de todas las travesuras. Siempre había un Pipe al cual culpar y por el cual justificar ciertas acciones.

Su rescate en innumerables sitios se volvió un deporte. Volver al lugar -a veces el mismo día o a veces a la mañana siguiente- en que Pipe había sido dejado, lavar y propiciar el reencuentro con el leopardo raído, mordisqueado por mi perro, mal cosido por mí,  babeado por Imanol y percudido por tantas visitas a la lavadora, era ritual que parecía no molestarnos, pues tenía un final siempre esperado y feliz. 




Notamos que desde hace unos meses, Pipe comenzaba a quedar un tanto rezagado: su presencia era menos demandada  y la pronunciación de su nombre comenzó a disminuir notablemente. 
Hace 9 días, Pipe sufrió una vez más de inadvertencia momentánea, quedando a su suerte en un restaurante de mucho movimiento y poca luz. Llamamos por la noche (apenas al darnos cuenta) al lugar, pero Pipe no apareció. 
La pena, en verdad, hizo más mella en mí que en nadie más. Imanol se mostró afligido con la noticia, pero a los 92 segundos tomó su tren y comenzó a jugar con él.
Unas horas después de lo ocurrido y al carecer de chivo expiatorio, a mi hijo no le quedó más remedio que asumir su travesura o descuido (normal y hasta gracioso, aunque no se lo digamos) y desde luego, comenzó a dormir y a prender la luz del baño solo, ahora sin Pipe en sus brazos.

La historia aislada es quizá poco o nada trascendente, pero he pensado mucho en el PIPE versión adulta, que todos cargamos, de una u otra forma, a manera de justificante, de ese "algo" ajeno a nosotros en el que recae por qué no hacemos las cosas, por qué las hacemos mal o por qué nos paralizamos y tenemos miedo. 

ASUMIR: vaya verbo! Se requiere valor, humildad, fuerza y sensatez para ponerlo en práctica, pero si hacemos conciencia verdadera y reparamos en el momento en que estamos desviando responsabilidad, veremos que traemos un Pipe en las manos. Soltemos enseguida, con cariño pero conscientes de ello. Notemos el uso de un ente ajeno al que utilizamos como refugio - por cierto de cosas grandiosas, paradójicamente-  para protegernos, no sé de qué.

Cuando un gran proyecto llegue a tu vida y sepas que es maravilloso, detente un segundo antes de temer (verbo que aborda si lo dejamos entrar, bloqueando nuestros sueños) … suelta a “ tu Pipe “ y deja de decir “ es que yo no sabría hacerlo solo". Cuando alguien te diga NO ante una pregunta cuya respuesta imaginabas afirmativa, no te desmorones por ello y culpes a esa negativa. Mejor agradécela por todos los SÍ que enseguida llegarán. Convierte a ese Pipe, en algo a tu favor.  Pipe debe reforzarte, pero como algo AJENO a ti. Haz lo propio, asume, siéntete capaz de alcanzar las estrellas si lo deseas. 

Imitando a Pipe

Nuestro bello y traqueteado leopardo de aguante profundo y uso “ todo terreno” fue maravilloso, quiero aclararlo … y lo es aún, porque debo agregar a esta historia que a la noche siguiente me di a la tarea de ir a aquel restaurante en su búsqueda y el desenlace es muy bueno, pues fue encontrado bajo una mesa. Lavado y vuelto a coser, regresó Pipe a Imanol (varios días después) quien se puso inmensamente feliz -lloró él y lloré yo- pero a quien ya no culpa, de quien no está asido para justificar algo o al que no necesita más para hacer lo que tiene que hacer en aras de salir avante. 

Pipe le acompaña y es un maravilloso copiloto de vida, pero ya no es depósito de culpas ni sustento de temores infundados. El volante lo tiene mi hijo en sus manos, desde luego guiado siempre por sus padres, con la ayuda de Dios.

Agarra, fuertemente, el manubrio de tu vida y aunque lo oigas o leas muchas veces, es verdad: toma el control de ella. Es TUYA y de nadie más, se va en un respiro y es momento de vivirla, ASUMIENDO y siendo siempre -eso sí-  inmensamente feliz ( o intentándolo sin descansar).

Mi abrazo,


Mone