domingo, 10 de agosto de 2014

El dulce encanto CUARENTÓN


…  que es un soplo la vida, que veinte años no es nada …

Al abrirse las puertas, sentí como si una mano suave y firme a la vez, empujara a mi cuerpo sin mayor remedio que entrar ahí. No había marcha atrás, subí el ascensor y llegué al cuarto piso… dejé el tercero con amor y entonces agradecí diez años de gratas vivencias, de provechosas experiencias y de la continua presencia de Dios. Dije a mis treintas  “adiós” y en un mental resumen escueto, concluí que fui preparada para mucho y que aún me espera más. Comienzo los 40 jubilosa, repasando en introspección, qué soy, quién soy, cómo he evolucionado; encuentro mucho:

Con 4 décadas de vida, aprendo a decir NO, con amor y sin culpas; decido mi camino pero acepto sugerencias, conozco la plenitud al hacer lo que amo y no sólo al amar lo que hago, decido qué leer y cuándo escribir, filtro amistades y permanezco con los amigos, exculpo al pasado y enmiendo el presente, acepto a mi cuerpo, amándolo genuinamente, reincido en el amor a Dios por sobre todas las cosas. Elijo qué comer con conciencia y placer, sin contar calorías, pero sí mordidas. Bebo sólo agua, vino y café, me baño con calma y reparo en el agua que limpia mi piel, mientras agradezco la calidez y la espuma, la toalla suave y un rato conmigo. Acepto halagos sin sentirme presuntuosa, duplico las acciones que generan una sonrisa en el prójimo, sin desgaste y con voluntad. Me alejo de las modas por aceptación y me quedo con algunas, por convicción. Ahorro como siempre, pero invierto en mí plácidamente. 

Me procuro, me consiento y me despeino con el viento.

Estoy aquí, viva y vibrante. No he plantado un árbol ni terminado de escribir un libro… tener un hijo ha amansado la ansiedad de esos pendientes; soy agua, aire, fuego, tierra… me adapto si es preciso, cambio y giro con el mundo, ya no opongo resistencia, me siento bien , me gusto, fluyo. 

Miro mi cara en el espejo: ni presumo ni rechazo los sublimes pliegues que aparecen en las comisuras de mis ojos: ellos guardan risas y sonrisas, asombros y alegrías… 
Escucho más y pongo especial atención a las señales divinas: desde un pájaro postrado en la cornisa de mi ventana, hasta una llanta que se poncha y no permite que llegue a tiempo a mi destino. Vuelvo a agradecer y me siento bendecida. 

Pruebo - si no es nocivo - todo aquello a lo que por inercia solía decir NO sin conocerlo siquiera. Me doy cuenta que la lista de disgustos se reduce y la de placeres se amplía. Bendigo las mañanas, las tardes y la lluvia. Doy gracias por tener abrigo.

Reviso las imágenes de mis recuerdos y desecho las que no agregan valor alguno; me pregunto inclusive si fueron hechos reales o verdaderamente transgredidos porque así me convino en su momento. Permanezco con todo lo demás y entonces sonrío sola. Estoy de buen humor.

Me inspiro y escribo… y mientras eso hago, volteo a ver mis dedos, mis manos, mis brazos. Me doy cuenta otra vez de lo afortunada que soy, de lo completa que me encuentro y de la salud que gobierna mi ser… estoy lista para vivir diez años de nuevas aventuras y aprendizajes, para algún día ascender al piso de arriba y decir de nuevo “ ...y aquí viene lo mejor ”.

Gracias Dios, por el milagro de vivir.

Mone