viernes, 8 de julio de 2016

CLIENTE AL SERVICIO

Cuando era niña lo notaba, prácticamente, por doquier. Conforme fui creciendo quizá percibí una que otra ausencia, pero aún estaba ahí y era clara su preeminencia: en los aviones, en los bancos, en los restaurantes, en el supermercado, en el cine, en los hoteles, en la tintorería, en los centros comerciales, etc. Era algo tan habitual y a lo que nos acostumbramos todos, que cuando era escaso o nulo, nos dejaba sorprendidos y algo decepcionados.

Hoy, sin sensacionalismo pero sí con objetividad, afirmo que el sentido de todo aquello se ha movido hacia el otro extremo. Cuando lo experimentamos ocasionalmente, cuando nos reencontramos con él de manera fortuita, entonces lo aplaudimos, lo agradecemos y hasta compartimos con otros lo insólito del hallazgo. Lo llamamos (o por lo menos, lo sentimos) un “garbanzo de a libra” y buscamos la forma de volver al sitio o con aquella persona, para revivir la grata experiencia … la experiencia del genuino, humano e irremplazable SERVICIO AL CLIENTE. No aludo al servicio automatizado, tecnológico y “eficiente” que los nuevos sistemas brindan (o procuran hacerlo), ni a la velocidad de respuesta para cambiar un cheque en un banco, hacer un checkout automático en un hotel o registrarnos por cuenta propia para ingresar al avión a través de una maquinita que escanea nuestro pasaporte. Todo ello se acepta y no compite ni suple a lo que tanto añoramos, pues la mano humana continúa interviniendo en algún momento dentro de la cadena de servicios. Es ahí donde, por más que intento en la pesquisa, ya no encuentro, como algo inherente a cualquier oficio relacionado con el contacto personal, un ligerito, natural y sonriente “buenos días”, un cálido “bienvenidos”, un reconfortante “¿cómo le puedo ayudar?” o un justo y gratificante “permítame buscar alguna opción que le siga favoreciendo”. 





Hoy es fácil que algún mesero olvide la cortesía con que nos guió a la mesa y modifique radicalmente el semblante si no elegimos el vino que sugirió o la entrada que pujantemente instigó a que probáramos. Observo cómo la señorita del avión trae con cierto enfado un vaso con agua a medio vuelo - solicitado con gentileza, desde luego-  o dibuja un gesto adusto si pedimos, guiñando un ojo, otra diminuta bolsa de cacahuates para evitar que el ruido de las tripas despierte al vecino de asiento. ¿ Es mi imaginación, o estamos llegando al punto en que nos mortifica pedir lo que antes se nos ofrecía por añadidura sin siquiera levantar la mano ? ¿ Acaso es nuevo menester del cliente, practicar su mejor postura para pertenecer al selecto club de aprobación de quien atiende, vende o contesta la llamada telefónica después de siete diferentes opciones digitales ?. Si es así, no lo sabía. 
No sé si exagero, pero me parece que hoy ya no es Juan Antonio Morales quien atiende nuestra llamada, sino, sencillamente, Juan, así, sin más, sin apellido ni compromiso, sin posibilidad de queja o sugerencia, por mucho que “ la llamada sea grabada para fines de calidad en el servicio ” y que al mismo Juan, si le ha venido en gana (porque le hacemos saber que reprobamos su actitud), pueda en segundos, dejarnos sumidos en el silencio del auricular, simple y llanamente porque Juan Juan decidió colgar.

Redimir puntos, kilómetros de vuelo o solicitar la aplicación de algún cupón de merecido descuento, por ejemplo, puede ser lo más cercano -por la actitud de quienes fungen como meros intermediarios del proceso en cuestión- a la sensación de mendigar por la calle, semidesnudos y desamparados. 

Que yo sepa, continuamos pagando, de una u otra forma, por nuestros servicios y productos. Que yo comprenda, de ese pago derivan los salarios de quienes nos los proporcionan. Que yo recuerde, el concepto SERVICIO AL CLIENTE no estaba condicionado a nada ni a nadie … era un “MUST” y punto. Hoy concluyo que aquellas tres palabras no se han esfumado sino que han modificado su orden y conforman una nueva sintaxis, convirtiéndose en CLIENTE AL SERVICIO, porque parece que debemos ganarnos lo que pedimos y nos corresponde, lo que adquirimos o deseamos obtener. Esto, claro, si permanecemos calladitos, si acatamos y nos apegamos a los deseos de quienes proveen y si aguardamos cuanto debamos aguardar, sin chistar siquiera. 
Extraño la cortesía adherida a la profesión u oficio tanto como extraño, por añadidura, la forma en el pedir -que también se ha transformado, no sé si por efecto, no sé si por causa- porque en ello no hay moda. 
Espero, como millones, que todo regrese un día a su orden natural… o lógico.

SERVICIO AL CLIENTE no es un departamento (o lo fue ); es y será por siempre, una actitud. La que todos merecemos. 

Abrazos con paciencia.
Mone




6 comentarios:

  1. Pienso lo mismo pero con excepciones.
    La "cultura" de la velocidad nos come la amabilidad.
    No dejes. Disfrutar de poder servir!! Disfrutar de lo privilegiados que somos de poder disfrutar de lo que nos gusta.

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    1. Cierto, querido Eduardo. Y aunque hoy por hoy, una misma persona realice un sinfín de tareas al mismo tiempo, no creo que se pelee la cortesía ( por breve que pueda ser ) con el modo " multi-task". Gracias por leer y un abrazo muy fuerte para ti, desde México lindo.

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  2. Encuentro tu publicación de gran interés y me adhiero a tus reflexiones. Diría que en las relaciones humanas la forma y no solo el fondo son importantes. Desafortunadamente veo una relación entre tu reflexión sobre la falta de atención y lo que algunos han llamado la cultura de lo desechable. El cliente en particular, al igual que el ser humano en general, es visto como algo desechable; "se irá y ya vendrá otro".
    Finalmente, celebro tu prosa es muy agradable y divertida.
    Saludos con aprecio

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    1. Querido Mario, qué cierto es lo que relacionas: la cultura de lo desechable parece contener en sus entrañas el abstencionismo de la amabilidad, quizá porque la lealtad del cliente ya no es prioridad. Me atrevo a pensar que le anteceden también otros factores, como la poca pasión/estabilidad por lo que se hace , haciendo de ello algo efímero y fácilmente substituible. Seguiré felicitando al "garbanzo de a libra" para que, por lo menos, tenga claro que lo que está haciendo, es lo que marca (aunque no debiera) la diferencia del resto. Gracias por leerme y más, por responder.

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  3. Si Mone , estoy de acuerdo contigo. Es verdad , y en lugar que fueran casos aislados, los casos aislados son cuando te encuentras una sonrisa una cara amable , un saludo lindo! , gracias por compartir en tu blog!!! Un beso !!!

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    1. Así es, Shan ! No debería ser excepcional el encuentro con el cortés genuino, con el amable de corazón, con el que muestra placer en su trabajo. Me encantaría infundir en las nuevas generaciones el valor que hay en una sonrisa, en un saludo, en la gratitud y, como dice Eduardo Scholcoff (arriba) en el placer de servir... es algo digno y gratificante ! Un beso y gracias por leer y comentar !

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