miércoles, 12 de septiembre de 2018

EL PRODIGIOSO EFECTO DEL NO



A menudo leemos por doquier -ahora más, con la inmutable influencia de las redes sociales en nuestras vidas- frases motivadoras, adagios, citas, proverbios y demás, que se relacionan con el poder de la POSIBILIDAD, el cual, dicho de otra forma es, en una sílaba, el SÍ. Yo aplaudo, secundo y apoyo todo ello, siempre y cuando ese SÍ creador que existe en nosotros funja como la contra-respuesta al incómodo pero real y constante desafío personal que subyuga nuestras capacidades, afanoso por detractarlas y reducirlas al antipático “no puedes”. Sin embargo, con 4 décadas de vida y unos años más sumados a ella, pongo un alto temporal a todas las creencias aprendidas e ideas preconcebidas que de forma natural adoptamos, para honrar también al poderoso y eficaz NO: esa palabrita que con tan solo dos inocentes caracteres ha sido denostada -por lo menos por mí- acotándola al exclusivo contexto de la imposibilidad pero, sobre todo, al de la rudeza ¡qué equívoca percepción la mía!


Hace un par de semanas fuimos en familia a un espectáculo de magia en el centro de Madrid. Debido a que la audiencia era reducida y muy cercana al ejecutante en cuestión, permanecer exentos de la invitación a participar en el escenario no era una posibilidad. Mi hijo, con tan solo 6 años de edad, no fue la excepción, por lo que transcurrieron milésimas de segundo entre la mirada del mago dirigida a él y el pronunciado asentimiento de nosotros, sus padres. No me tomé la molestia de ver siquiera su pequeñito rostro (seguramente, de gesto atribulado) porque estaba dedicada a encauzarlo de forma directa, a las fauces de aquel público y su anfitrión. Los minutos me parecieron horas, pues aquel crío que permanecía como un ser inanimado al frente, parecía el hijo de alguien más. Molesto, aspaventero y obtuso ejecutó las simpáticas indicaciones del mago causando cierta hilaridad -por no decir rareza- en los concurrentes y, al volver, la pregunta unísona (e increpante) de ambos -padre y madre-  fue:  ¿pero a qué han venido esas caras y ese malestar? Mi hijo, con sus ojos de chispeante mirada pero en ese momento, opaca, me miró- solo a mí- y expresó: “(han venido) porque dije que no quería pasar. A mí no me gusta eso.”
Es curioso, pero tras varios meses de abstencionismo literario (por llamarlo de alguna manera) comenzaba, días antes de este evento fortuito, a escribir un blog relacionado con la paz que brinda el decir NO a algo o a alguien, la armonía (congruencia entre pensamiento y palabra) que otorga esa magnífica sílaba y, sobre todo, la dignidad que antepone nuestra voluntad verdadera al a veces paradójico temor a ser rechazados, quizá a que no pertenezcamos más a un grupo de “amigos” o, simplemente, a experimentar lo que consideramos “vergüenza” (¿cómo decirle que no, si viene de tan lejos y quiere verme?).  



Hoy, después de haber escuchado de forma tardía el NO de mi hijo, pienso con mayor hondura mis palabras, las que iba a usar en el otro escrito: si la persona ha recibido nuestro NO sincero (y respetuoso, que nada tiene que ver la negativa con la educación), ¿no estamos acaso, facilitando el camino de fluidez entre ambos, cimentado en la honestidad? ¿no estamos ahorrando mutuo tiempo, falsas esperanzas, irreales expectativas? ¿no estamos regalando a nuestro YO -no al ego, que es distinto- precioso y espiritual el privilegio de recibir lo que pide (en estado de salud y lógica, desde luego)?

Yo tengo un negocio que me fascina y en cuya prosperidad creo. Sin embargo, cuando ofrezco lo que tengo con detallada explicación y me dicen “NO, gracias”,  lejos de sentir ofensa, lo agradezco de verdad. Aplaudo el NO como nunca y veo, ahora con mayor sensibilidad, que el NO por el NO mismo a veces puede resultarnos extraño, pero es, viéndolo bien, un inequívoco símbolo de determinación, de diversidad de pensamientos (no pensar por los demás, como los padres lo hicimos con el hijo), de seguridad, de certeza y, sí: de dignidad. El NO en muchos casos nos hace grandes y hasta puede producir un liderazgo inesperado e inherente, por la sencilla razón de ser distinto al resto de las respuestas, por no buscar encajar sino ser consistentes con la voluntad. Si a la postre ese NO se transforma en SÍ, que sea, simplemente, por llana convicción, no así por resignación. 

Me falta mucho por andar y aún digo SÍ en casos específicos cuando quizá en el fondo quiero decir NO… pero avanzo poco a poco, gracias a circunstancias extraordinarias, como la de mi hijo (mi maestro, en muchos casos), que me ha hecho revisar mi texto y replantear ideas. Reconozco, gracias a Dios (aún a tiempo), que su NO de seis años (en casos donde su voluntad sí entra en juego y no se alteran normas de casa) vale tanto o más que el de sus padres, quienes le llevan camino andado, pero tienen mucho por andar aún.

Exhorto a todos, queridos amigos, a experimentar -si acaso lo hacen poco- el prodigioso efecto de la palabra NO, cuando ha lugar a la misma. Yo comienzo a hacerlo desde ahora. 

Un abrazo cariñoso.

Mone

14 comentarios:

  1. Gran artículo Mone. El decir no: que difícil es y que beneficioso es. Gracias por recordarnos está importancia.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias por comentar. Yo soy la primera aprendiz y quien tiene que cargar consigo esa sílaba responsable y objetiva: el NO. Un beso.

      Eliminar
  2. Respuestas
    1. ... y ser asertivos, querido Vicente. Muy cierto. Gracias por leer. Un beso grande !!

      Eliminar
  3. El punto es aprender a decir NO sin sentir que por esto estamos hiriendo a algún ser querido. En este caminar es importante además de aprender a decir NO aprender a recibir el NO sin ninguna carga emocional hacia quién nos lo dice. Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es curioso como el NO, en términos generales es motivo de cierta incomodidad tanto en el que lo da como en el que lo recibe.
      Besos Primita.

      Eliminar
    2. Es verdad: ni sentir que herimos ni flagelarnos al recibir un no. Gracias por leer y comentar, sis. Un beso.

      Eliminar
  4. Gracias primita, qué lindo leerte. Y sí: el NO provoca curiosas reacciones en nosotros, los humanos. Un beso grande.

    ResponderEliminar
  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenas noches Mone,

      <... si a la postre ese NO se transforma en SÍ, que sea, simplemente, por llana convicción, no así por resignación>.

      ¡Qué sugerente, entre otros, ese comentario tuyo!.

      Al hilo de ello, comparto contigo una reflexión de esas que se pueden compartír con un buen amigo:

      ***

      Aceptación no equivale a resignación.

      El que se ha resignado, lo ha hecho con los ojos cerrados, manos en la cabeza, ... con sensación de derrota, ... 
      des-esperado (que ya no "espera").

      Quien se acepta, solo puede hacerlo con sus ojos abiertos, cabeza elevada, mirada cierta e infinita ... renovando un día más la espera en su propio tiempo, ... la "esperanza, don de la espera".

      Asumirse con aceptación o asumirse con resignación, ... esa es la cuestión, ... esa es la decisión. 

      Nunca es tarde para ... esperarse, asumirse, proyectarse ... es la cadencia, el sonido de la vida, el eco cotidiano de quien desea vivirla.

      ***

      Un saludo, Julio C.

      Eliminar
    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

      Eliminar

    3. Julio C, buenos días.
      Con agrado y asintiendo de forma incansable con la cabeza mientras leo tus palabras, te doy las gracias por compartirlas conmigo. No me parecen, solamente, acertadas: me parecen un poema, un dogma de vida, indiscutible, reflexivo, digno de compartir con más y más porque hoy -como nunca antes - necesitamos ACEPTAR (certidumbre, voluntad) y no RESIGNARNOS (verbo en cuyas fauces resulta fácil caer porque parece que hoy existen más hay "posverdades" que nunca antes, que nos llevan a veces a ir con la corriente, dada la velocidad con que se filtran hasta nuestros pensamientos, con el uso de redes sociales, medios excesivos de comunicación y libertad (libertinaje?) de expresión excedida, aunque no estemos de acuerdo a/con ella. Me quedo con el texto que citas y me permito preguntarte por la fuente (me ha fascinado). MUCHAS GRACIAS y un abrazo. Mone

      Eliminar
    4. Siento mucho las pifias o "typos" de mi respuesta, pero no puedo editarla y no quiero eliminarla. Otro abrazo.

      Eliminar
    5. Hola Mone,

      cuando uno busca algo (todos buscamos algo) … puede que no lo encuentres o sí (depende de tu intención y de tu perseverancia).

      Cuando uno busca a alguien (siempre estamos buscando a alguien) … puede que le encuentres antes o después (depende de tu intención y de tu perseverancia).

      Cuando uno se busca a sí mismo (no siempre, lamentablemente, emprendemos esa búsqueda) … dependiendo de tu intención, de tu perseverancia, … y sobre todo, de tu interés por conocer a esa persona que lleva junto a ti, de forma inseparable, desde el primer llanto (desde nueve meses antes, si afinamos al máximo las fechas) … siempre se encuentra.

      Te agradará o no lo que ves (a quien ves) pero, si te buscas, siempre te encuentras y … reparas, POR FIN, en que tú, sin tí, no eres nadie.

      Sabiendo que tú mismo siempre estás ahí (aunque momentáneamente no te estés viendo o no te reconozcas), una buena forma de contactar contigo es escribiéndote (a ser posible con tinta balsámica, para evitar innecesarias escoceduras), poniendo el sello e introduciendo el sobre “por la cabeza” (ella distribuye el correo por nuestro interior, llegado el caso).

      Nota: “Procúrese no poner como dirección postal de ese envío C/Las Vísceras nº1 (junto a la boca del estómago)”.

      De esos momentos (necesariamente retirados de todo ruido; momentos que no vienen solos, hay que buscarlos) salen reflexiones que puedes compartir primero, contigo mismo y después, con personas a las que respetas (ahí deberían entrar bastante más personas de las habituales) y con personas a las que aprecias.

      Otro saludo, Julio César.

      Eliminar